jueves, 27 de septiembre de 2012

De argucias que no son tal

Aquel se había preparado para el día, eligió sus deportivas cómodas, las de correr, aquella sudadera negra desgastada, con capucha. El pañuelo negro, con el que cubriría su rostro. Bajó las escaleras y salió de casa. En media hora estaba en el punto de reunión, junto a los otros. El tipo del bigote orquestaba el tinglado, y  acordaron cuatro señales, cuatro gestos que servirían para entenderse entre la muchedumbre.
-Cuando se ponga calentito os ponéis en primera fila y os ponéis a tocar los cojones, cuando veáis que alguno os sigue hasta podéis lanzar lo que pilléis más a mano, pero a ver si me vais a joder a alguno de estos. Lo justo para que podamos empezar con los palos y despejar el perímetro de la calzada. Después os disgregáis y estaros atentos de la maniobra, cuando los compañeros necesiten apoyo os acercáis. Y tenedme cuidado porque habrá un montón de jodidos periodistas, va a ser un espectáculo.
Tras las consignas salió de allí y se fue a la boca de metro. 
Alguna hora más tarde ya estaba allí, junto con alguno de los otros, habían recogido algunas piedras que llevaba en el bolsillo y se habían hecho con unos cartones y unos palos de fregona.
A la hora acordada, y cuando la plaza más a rebosar se encontraba comenzaron a gritar, se enfundaron las capuchas y protegieron sus caras con capuchas. Alguno de los de la plaza se unió a ellos, ávido de adrenalina, sabiendo que aquello podía proporcionar emociones fuertes. Se acercaron a lo más próximo del cordón de seguridad y empezaron a agitar los palos y a avanzar a poco, como los camaleones. a poco, algún otro se animó también y se unió al grupito, ya eran suficientes, y en un descarado gesto avanzaron dos metros y agitaron los palos. Los robóticos guardianes se abalanzaron y blandieron sus porras. La muchedumbre presa del pánico reculó entre pisotones y embestidas. Tratando de no perder terreno, pero sentían el puro miedo en sus pechos. Los porrazos se volvieron baratos, regalados. El caos orquestado estaba funcionando, la chispa encendió a los guardianes. 
Él siguió agitando, incitando a que otros se le unieran, y hasta fue arrestado. Detrás del furgón fue liberado. -Échanos una mano que hay dos hijos de puta ahí que nos están dando guerra.-De inmediato corrió para allá y agarró al chaval que estaba forcejeando con uno de los gorilas. Lo agarró de la sudadera y lo arrastró con violencia, otro, enorme, lo ayudó e hizo que el apresado pareciera ser un pelele sometido a una colosal fuerza. 
Tras eso corrió detrás para retirarse definitivamente. Por el momento había cumplido su servicio. 


¿Quién es el agitador?

Las fuerzas de seguridad utilizaron todas sus argucias, pero esta vez fue demasiado evidente. El pueblo es resistente, aguanta, pero se va encendiendo, se va encendiendo. 

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